Su silencio hacía dos cosas;doblar la paciencia y el pelo de melao envuelto jalaba.
Y entre tanta empujadas de cabello y reservas de aguante en los hombros,
llegó el día que la aguja que delicadamente medía la tolerancia,
se hartó. “ ¡Vete animal! “, le grito con una fuerza liberada,
“No toques la nevera, esa morena es mía, esa se queda,
como está paciencia desgastada y el pajón que heredé de mi madre.”
Solo lo volvió a ver a él…
donde debió estar desde el comienzo de esto,como sea que se llame lo que tuvieron): en el vertedero.
